sábado, 10 de febrero de 2007

Lo extraño no fue que viniese, sino que se quedara.

Cuando apareció, me dije que con frecuencia somos asaltados por golpes de inspiración, acepté con naturalidad su visita y me puse manos al relato. Tras una hora garabateando en vano, alcé la vista, y comprobé que la Inspiración, insólitamente, seguía allí. Reconfortado, me obstiné en redactar y corregir, con nulos resultados. Inquieto, busqué con la mirada a la Inspiración. Permanecía sentada en la lavadora, mirando fijamente la cazuela en que preparaba una de mis especialidades, la menestra. Entendí que estaba lista. Apagué el fuego, puse la mesa para dos y disfrutamos de una excelente comida.


[Microrrelato para el concurso El mejor final de la historia, organizado por la Cadena SER y la Escuela de Escritores. El título es el inicio propuesto, en este caso, por Felipe Benítez Reyes. A partir de ahí, un máximo de 600 caracteres, contando espacios. Si alguien se anima, ¡que escriba su final!]

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