
miércoles, 18 de abril de 2007
Supresión comentarios
Me veo obligado, desgraciadamente, a suprimir los comentarios. Teóricamente habían de referirse a los contenidos de la página, pero están siendo usados en rencillas dialécticas privadas que nada tienen que ver con mi blog, ni son de interés para los no involucrados en ellas. Para ese tipo de intercambios existe el correo electrónico.
miércoles, 11 de abril de 2007
Heridas
Con tanto afecto y recochineo para R. A. A.
"La primera impresión es la que cuenta", afirmaba un conocido spot televisivo, advirtiendo al espectador de la incompatibilidad entre la sobrexcitación axilar y una vida sexual activa.
¿Quién no recuerda el primer beso? ¿Y el primer amor? ¿Y el primer viaje sin compañía paterna? ¿Alguien ha podido olvidar su primer trabajo, o su primera casa? Llegan en la vida otros besos, amores, viajes, trabajos y casas. Pero las primeras impresiones marcan.
Al cabo de un par de años, cualquier coche parece arañado por una jauría de gatos salvajes. Una nueva muesca es acogida con frialdad, resignación e incluso indiferencia. Pero, ¡ay¡ ¡qué decir de los primeros rayones!
Te acercas por la mañana, con tu corazoncito de recién casado con tu coche nuevo que se te sale por la garganta. Lo ves desde lejos y piensas ¡pero qué bonito es! Sin embargo, es en las distancias cortas donde un automóvil se la juega, y según caminas percibes, en esa traicionera (como más tarde aprenderás a calificar) esquina, en ese desgraciado ángulo, una sombra, una negra sombra: un rayón. ¡No puede ser! Presa del pánico, te chupas el dedo y frotas y frotas. Pero ningún genio sale en tu ayuda, y el rayón se apodera de tu campo visual (la impresión es que se ve desde Cuenca, prácticamente). Por la columna vertebral sube hasta tu cabeza, reptando viscosa, la certeza de la herida. Tras un espacio de tiempo que oscila entre uno y dos minutos, hemos telefonado ya a nuestra santa madre, novia y mejor amigo para transmitir el relato de la tragedia, relato salpicado de jesusitos y /o expresiones soeces. Intentemos comparar el dolor psicológico del rayón con un dolor físico de magnitud equivalente, de cara a clarificar el asunto; así, para el lector femenino, diremos que es como una serie de hostias con un escalón de mármol alternativamente en la espinilla derecha y en la izquierda durante 2 minutos; para el lector masculino, como catorce impactos inguinales seguidos en la barra horizontal de una bicicleta.
Ocasionalmente, el primer rayón es obra de algún desconsiderado, lo cual nos permite proyectar sobre el capullo anónimo toda la rabia, el odio, el dolor y la impotencia que nos embriaga. En la mayor parte de los casos, el rayón inaugural es en realidad obra nuestra, lo cual implica que feroces latigazos de culpabilidad se ciernen sobre nosotros como pájaros hitchcockianos. No queda otra más que atribuir la fechoría al capullo anónimo, en la esperanza de limitar la vergüenza social que la confesión del hecho nos produce. Subyace a este razonamiento la errónea convicción de que el prójimo nos juzgará severamente. En realidad, todo hijo de vecino ha rayado su coche, y el ardid del "yo no he sido" lo caza hasta el más pardillo: inspira simplemente ternura y el consabido, con una sonrisa en los labios, "si es una pijada, ¡y además ni se ve!". Tras unos aturullados proyectos de reparación inmediata, desistimos pronto de nuestro intento. Los rayones funcionan como un veneno inoculado en nuestro organismo en pequeñas dosis: nos vamos acostumbrando a ellos, hasta alcanzar la inmunidad absoluta, que suele llegar al tercer año, dependiendo de si vives en Chieti o en una ciudad normal.
"La primera impresión es la que cuenta", afirmaba un conocido spot televisivo, advirtiendo al espectador de la incompatibilidad entre la sobrexcitación axilar y una vida sexual activa.
¿Quién no recuerda el primer beso? ¿Y el primer amor? ¿Y el primer viaje sin compañía paterna? ¿Alguien ha podido olvidar su primer trabajo, o su primera casa? Llegan en la vida otros besos, amores, viajes, trabajos y casas. Pero las primeras impresiones marcan.
Al cabo de un par de años, cualquier coche parece arañado por una jauría de gatos salvajes. Una nueva muesca es acogida con frialdad, resignación e incluso indiferencia. Pero, ¡ay¡ ¡qué decir de los primeros rayones!
Te acercas por la mañana, con tu corazoncito de recién casado con tu coche nuevo que se te sale por la garganta. Lo ves desde lejos y piensas ¡pero qué bonito es! Sin embargo, es en las distancias cortas donde un automóvil se la juega, y según caminas percibes, en esa traicionera (como más tarde aprenderás a calificar) esquina, en ese desgraciado ángulo, una sombra, una negra sombra: un rayón. ¡No puede ser! Presa del pánico, te chupas el dedo y frotas y frotas. Pero ningún genio sale en tu ayuda, y el rayón se apodera de tu campo visual (la impresión es que se ve desde Cuenca, prácticamente). Por la columna vertebral sube hasta tu cabeza, reptando viscosa, la certeza de la herida. Tras un espacio de tiempo que oscila entre uno y dos minutos, hemos telefonado ya a nuestra santa madre, novia y mejor amigo para transmitir el relato de la tragedia, relato salpicado de jesusitos y /o expresiones soeces. Intentemos comparar el dolor psicológico del rayón con un dolor físico de magnitud equivalente, de cara a clarificar el asunto; así, para el lector femenino, diremos que es como una serie de hostias con un escalón de mármol alternativamente en la espinilla derecha y en la izquierda durante 2 minutos; para el lector masculino, como catorce impactos inguinales seguidos en la barra horizontal de una bicicleta.
Ocasionalmente, el primer rayón es obra de algún desconsiderado, lo cual nos permite proyectar sobre el capullo anónimo toda la rabia, el odio, el dolor y la impotencia que nos embriaga. En la mayor parte de los casos, el rayón inaugural es en realidad obra nuestra, lo cual implica que feroces latigazos de culpabilidad se ciernen sobre nosotros como pájaros hitchcockianos. No queda otra más que atribuir la fechoría al capullo anónimo, en la esperanza de limitar la vergüenza social que la confesión del hecho nos produce. Subyace a este razonamiento la errónea convicción de que el prójimo nos juzgará severamente. En realidad, todo hijo de vecino ha rayado su coche, y el ardid del "yo no he sido" lo caza hasta el más pardillo: inspira simplemente ternura y el consabido, con una sonrisa en los labios, "si es una pijada, ¡y además ni se ve!". Tras unos aturullados proyectos de reparación inmediata, desistimos pronto de nuestro intento. Los rayones funcionan como un veneno inoculado en nuestro organismo en pequeñas dosis: nos vamos acostumbrando a ellos, hasta alcanzar la inmunidad absoluta, que suele llegar al tercer año, dependiendo de si vives en Chieti o en una ciudad normal.
martes, 27 de marzo de 2007
Reconciliación
Cuando crees haber perdido la confianza en el hombre, cuando la solidaridad te parece un valor imposible, cuando un acto de franca generosidad se antoja quimérico, cuando la sociedad se te presenta sumida en el vil individualismo...
¡un simple rádar de los Carabinieri te devuelve la fe en un mundo mejor!
¡un simple rádar de los Carabinieri te devuelve la fe en un mundo mejor!
Ya sean otros conductores los que te advierten del peligro, con un par de ráfagas de largas, ya seas tú mismo el que, en primera persona, pones en alerta al prójimo ante la trampa que acecha, participando en esta cadena solidaria te sientes inmediatamente embriagado por la pertenencia a algo más grande que el mero individuo aislado en su vehículo, por la pertenencia a una comunidad de humanos altruistas. Nada importa que se trate de un acto ilegal, de una bellaquería contraproducente para el conductor responsable; nada importa que bajo el inocente altruismo se esconda un burdo "do ut des"...La emoción que experimentas te reconcilia con el prójimo, y a la vez contigo mismo: uno para todos y todos para uno cuando el dinero, los puntos y la alegría de mandar a tomar por el culo a los agentes y su maléfico velocímetro están en juego.
miércoles, 21 de marzo de 2007
El manuscrito Voynich
¿Que ya habéis investigado lo de las numbers stations? Os propongo entonces otro bonito rompecabezas: El manuscrito Voynich.
Redactado hace más de 500 años, es todo un misterio en cuanto a autoría, contenidos y lengua. Contiene imágenes que parecen aludir a herbarios, a elementos y procedimientos químicos, a cálculos astronómicos, a estudios anatómicos...Los comentarios que acompañan estas ilustraciones se hallan escritos en una lengua completamente desconocida. Algunos dudan de que se trate siquiera de una lengua convencional, y postulan que nos hallamos ante un cifrado visual, de códigos o símbolos...Aquí tenéis una foto del texto,

y aquí una foto de una de las ilustraciones:

¿Os interesa?
http://es.wikipedia.org/wiki/Manuscrito_Voynich
http://axxon.com.ar/rev/140/c-140Divulgacion.htm
http://www.ecojoven.com/02102000/manuscrito.html
Redactado hace más de 500 años, es todo un misterio en cuanto a autoría, contenidos y lengua. Contiene imágenes que parecen aludir a herbarios, a elementos y procedimientos químicos, a cálculos astronómicos, a estudios anatómicos...Los comentarios que acompañan estas ilustraciones se hallan escritos en una lengua completamente desconocida. Algunos dudan de que se trate siquiera de una lengua convencional, y postulan que nos hallamos ante un cifrado visual, de códigos o símbolos...Aquí tenéis una foto del texto,

y aquí una foto de una de las ilustraciones:

¿Os interesa?
http://es.wikipedia.org/wiki/Manuscrito_Voynich
http://axxon.com.ar/rev/140/c-140Divulgacion.htm
http://www.ecojoven.com/02102000/manuscrito.html
martes, 13 de marzo de 2007
Inquietante, realmente inquietante...
"It's the dead of night. The normal incessant pulse of London traffic has slowed to a dull, sporadic drone. Alone in his flat, a weather enthusiast tunes his radio dial in search of long range forecasts to record in his logbook. As he searches, he picks up something he has never heard before. Penetrating through the white noise with stark clarity comes a small child's voice shouting "Achtung, Achtung", and then chanting a sequence of seemingly random numbers, over and over." (Stranger Magazine, Febrero 2007)
Emisoras de radio que transmiten, 24 horas al día 365 días al año, secuencias aparentemente aleatorias de números. Enmarcadas en melodías similares a las de las cajas de música, estas secuencias son pronunciadas mecánicamente por las voces de hombres, mujeres y niños.
Pero, ¿de qué va esta locura?
Serán muchas las preguntas, y pocas las respuestas. Buena investigación a los curiosos...
http://en.wikipedia.org/wiki/Numbers_stations
http://www.irdial.com/conet.htm
http://www.archive.org/details/ird059 (desde aquí podéis descargar fragmentos de estas emisiones)
Emisoras de radio que transmiten, 24 horas al día 365 días al año, secuencias aparentemente aleatorias de números. Enmarcadas en melodías similares a las de las cajas de música, estas secuencias son pronunciadas mecánicamente por las voces de hombres, mujeres y niños.
Pero, ¿de qué va esta locura?
Serán muchas las preguntas, y pocas las respuestas. Buena investigación a los curiosos...
http://en.wikipedia.org/wiki/Numbers_stations
http://www.irdial.com/conet.htm
http://www.archive.org/details/ird059 (desde aquí podéis descargar fragmentos de estas emisiones)
Una perla en este periodo de vacas flacas
"[c'è] gente che fa della stupidità uno stile di vita"
"[hay] gente que hace de la estupidez un estilo de vida"
La frase en cuestión fue pronunciada por Alessio Carapelle en alusión [sic] a algunos de mis alumnos.
"[hay] gente que hace de la estupidez un estilo de vida"
La frase en cuestión fue pronunciada por Alessio Carapelle en alusión [sic] a algunos de mis alumnos.
sábado, 10 de febrero de 2007
Lo extraño no fue que viniese, sino que se quedara.
Cuando apareció, me dije que con frecuencia somos asaltados por golpes de inspiración, acepté con naturalidad su visita y me puse manos al relato. Tras una hora garabateando en vano, alcé la vista, y comprobé que la Inspiración, insólitamente, seguía allí. Reconfortado, me obstiné en redactar y corregir, con nulos resultados. Inquieto, busqué con la mirada a la Inspiración. Permanecía sentada en la lavadora, mirando fijamente la cazuela en que preparaba una de mis especialidades, la menestra. Entendí que estaba lista. Apagué el fuego, puse la mesa para dos y disfrutamos de una excelente comida.
[Microrrelato para el concurso El mejor final de la historia, organizado por la Cadena SER y la Escuela de Escritores. El título es el inicio propuesto, en este caso, por Felipe Benítez Reyes. A partir de ahí, un máximo de 600 caracteres, contando espacios. Si alguien se anima, ¡que escriba su final!]
[Microrrelato para el concurso El mejor final de la historia, organizado por la Cadena SER y la Escuela de Escritores. El título es el inicio propuesto, en este caso, por Felipe Benítez Reyes. A partir de ahí, un máximo de 600 caracteres, contando espacios. Si alguien se anima, ¡que escriba su final!]
viernes, 2 de febrero de 2007
Baba de Caracol
Heráclito afirma que nadie se baña dos veces en el mismo río. Borges recicla la cosa para sentenciar que nadie se baña dos veces en el mismo río de palabras. Por mi parte, más humildemente, pero quizás con mayor convencimiento que los anteriores, afirmo que nadie se baña dos veces en la misa baba de caracol. En efecto, ¿quién puede seguir viviendo su vida, como si nada hubiese pasado, después de ver la telepromoción de la prodigiosa baba de caracol, ese regenerador para la piel que se sirve de la tecnología natural con la que los caracoles rehacen su concha cuando algún hijo de puta los aplasta?
Hay un antes y un después de la baba de caracol. La baba de caracol abre un abanico infinito de posibilidades, nuevas perspectivas, la esperanza de un mundo mejor.
En momentos como este, en el que la humanidad y su triste morada, la Tierra, se encuentran seriamente amenazadas, solo la baba de caracol se nos presenta como un refugio cálido, como un rayo de ilusión accesible a todos los bolsillos.
Bendita seas, baba de caracol, que tu luz (¿verdosa?) nos ilumine.
Hay un antes y un después de la baba de caracol. La baba de caracol abre un abanico infinito de posibilidades, nuevas perspectivas, la esperanza de un mundo mejor.
En momentos como este, en el que la humanidad y su triste morada, la Tierra, se encuentran seriamente amenazadas, solo la baba de caracol se nos presenta como un refugio cálido, como un rayo de ilusión accesible a todos los bolsillos.
Bendita seas, baba de caracol, que tu luz (¿verdosa?) nos ilumine.
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